domingo, 9 de diciembre de 2012

Ciudadano Kane



Hace unos 35 años atrás vi Ciudadano Kane y este fin de semana la he vuelto a ver impresionándome más que entonces. Increíblemente, el tiempo no le ha quitado una pizca de vigencia a ningún aspecto desde el que se le quiera tratar. No me extraña que esté considerada entre las 10 mejores películas de la historia del cine, y no creo que pierda nunca ese lugar. Orson Wells fue un genio en lo que se refiere a mostrar al público su percepción de cualquier situación, tanto a través del guión como del manejo de las cámaras.
Fabuloso, no encuentro otra palabra.

Cuando la vi por primera vez, con el golpe de estado en Chile a flor de piel, capté a Kane como el típico lucrador egocéntrico que con el verso de ser muy americano y ocuparse del pueblo como primera motivación, adquiere riquezas y poder inagotablemente, sometiendo a todo el mundo bajo su control por medio del dinero.
Pero el ciudadano Kane no era un simple capitalista egoico, estaba por encima de eso, incluso de los grupos de poder, aunque el discurso era el mismo. En una gran escena, el personaje que encarna Joseph Cotten, Leland, amigo de él desde su época de estudiante, interpreta muy bien a Kane. Éste ha perdido las elecciones a gobernador por el escándalo del engaño a su mujer con una cantante con la que se casa después.
Esta escena se filma completa con la cámara desde abajo, como si el que la estuviera filmando fuera el apuntador que se ubicaba en los teatros para soplar a los actores. Es un toque magnífico que hace sentir con más “nervios” la tensión entre los dos. “He traicionado la sagrada causa de la moral ¿es eso?”, dice Kane; pero, en realidad, no es eso lo que ve Leland: “Siempre has hablado del pueblo como cosa tuya, como si te perteneciera, desde donde yo recuerde, has hablado de concederle al pueblo sus derechos como si pudieras devolverle la libertad en recompensa por sus servicios prestados, ¿te has olvidado del trabajador?... No te va a gustar cuando llegue el momento en que te enteres que TU trabajador reclama lo que le pertenece por derecho propio y no como un regalo tuyo, Charly. Cuando todos esos pobrecitos tuyos lleguen a unirse, ya verás; serán más poderosos de lo que te imaginas. .. Lo que pretendes es persuadir a los demás que los quieres tanto que no tienen más remedio que quererte a la fuerza...”

Esta es la perfecta descripción no sólo de Kane, sino del siniestro poder económico que conduce el mundo regido por el capitalismo; y el problema con el ciudadano Kane es que lo quiso hacer solo, después de todo, como dijo su principal asesor, Bernstein: “Hacer dinero es fácil si únicamente te dedicas a eso"; por lo que terminó derrumbándose todo el imperio por él creado. Los grupos de poder no lo perdonaron, el pueblo, controlado por esos grupos, no lo perdonó. Después de todo, ya a esas alturas... todos hipnotizados y manejados por el capitalismo, como hasta el día de hoy.

Otro toque magistral, quizás el mejor, es Rosebud, la palabra que dijo antes de morir y que sólo el público se entera a qué se refería... y que no era sólo el nombre pintado en su trineo de niño.

Las luces, las sombras... siluetas hablando. Puertas y pasillos por donde pasaba un personaje, mostraban la emoción del momento. La ubicación de cada personaje dentro de las escenas y la de la cámara, las luces, las sombras, las distancias entre los actores; todo participando en el perfil de la trama, de las sensaciones y emociones inherentes a la historia. Todo genial.
Los actores en su mayoría debutaban. Los más conocidos después de Orson Wells; Joseph Cotten y Agnes Moorehead. Orson Wells, magistral. El ideal es verla subtitulada.
Una gran película que no se puede dejar de ver.