lunes, 16 de diciembre de 2013

Joan Fontaine

Se ha ido una estrella maravillosa, Joan Fontaine, actriz de figura muy pequeñita, ni curviliena, ni nada, mas bien carita de monito, como le decia Cary Grant en la pelicula de Hitchcock, Sospecha,
Siempre la encajaron en papeles de niñita fea pero estaba lejos de serlo, con una voz infantilona, de rasgos suaves y pícaros, cercana a la malignidad infantil Joan cubría la pantalla con su elegancia y cinismo.
Me encanta ella, porque no ha muerto sigue alli esperándonos en Rebbeca o en Jane Eyre, dulce, suave, y en  su mirada toda la burla y malicia del mundo.

sábado, 30 de noviembre de 2013

Nunca en Domingo







Nunca en domingo (1960). Director Jules Dassin, nacido en USA, de origen judío/ruso y que en los años 50 debe salir de USA a raíz de las acusaciones de comunista del Comité de Actividades Antinorteamericana, durante la brutal persecusión macarthiana. Su película Nunca en domingo rompe con su línea más bien sórdida y sombría de películas que lo hicieron famoso tanto en USA como en Europa, tales como Ciudad Desnuda, Mercado de ladrones, Siniestra obsesión, Rififí entre los hombres...

Nunca en domingo es como un cuento de hadas, pero cambiando lo de hadas por lo de prostis. Un juego a ser feliz por encima de la sordidez que, en realidad, es el mundo de una prostituta en un barrio del puerto de cualquier país, sólo que en la película es el precioso Pireo, por el que tuve la suerte de pasear durante algunas horas hace ya un tiempo. Fantástico, inspirador de cualquier cuento, de cualquier fantasía...

Ilia (Melina Mercouri) era la única prostituta independiente del puerto, así era de libre y silvestre. Sin Rostro, el mafioso de turno las controlaba a todas, menos a Ilia, que no ponía el precio sino que hacía que lo pusiera el cliente y sólo se acostaba con él si a ella le gustaba, si no, no lo hacía, le ofreciera lo que le ofreciera.

Ilia era feliz en su libertad y alegría de vivir, disfrutando sin vergüenza su amor a la vida y a los hombres con su belleza, voluptuosidad y joie de vivre, además de la fantasía con la que pintaba la vida, incluso las tragedias griegas, de las cuales era fanática, las veía a su manera, cambiaba sentimientos y acciones de los personajes. Medea era una dulce y resignada mujer, no la asesina de sus hijos. Todas las tragedias terminaban felices con todos yéndose a pasear a la playa. En fin, que para Ilia, no hay ni en la vida real ni en la ficticia lugar para lo feo y sucio.

Y llega un día, un desubicado norteamericano, filósofo amateur (Jules Dassin) amante de la cultura griega y ve a Ilia como un símbolo de la esencia griega. Como no ve bien que sea prostitua, intenta educarla, cual absurdo pigmalión y la rodea durante un par de semanas de libros y material en general para “educarla”.

No es una gran película, vista a 53 años de su estreno, en medio de la crisis sociocultural y económica que vivimos, es casi un chiste, una comedia ligera de corte romántico, pero que Dassin debe haber disfrutado mucho haciéndola porque, a pesar de lo negro, tanto de su cine anterior, como de su experiencia vivida tras el desencanto del hombre durante la Caza de Brujas de USA; el mensaje de la película que protagonizaron él y su mujer, es de amor y unidad. Algo que siempre debe estar presente en los seres humanos.

No tengo palabras para definir la actuación y todo lo que desprende Melina... sólo puedo decir que era como la vida de Ilia: fantástica. Su actuación gano premio en Cannes y la canción de la película: Los chicos del Pireo ganó Oscar.


Evidentemente que la recomiendo.

viernes, 11 de octubre de 2013

Portero de Noche

No importa si la viste en 1974, cuando se exhibió por primera vez, o ahora en el 2013; hoy se siente tan impactante como lo fue hace cerca de 30 años. Y es que no es una película para atraer público a través de la exaltación de la violencia catastrófica y sanguinolienta sino, que impacta porque te mete en una suerte de alteración de los sentidos y la psiquis humanas debido a terribles traumas que llevan a la degradación y la autodestrucción.

Liliana Cavani, la directora de Portero de Noche, es conocida en sus películas por esa capacidad de mostrar sin tapujos -el argumento de la película fue todo un escándalo en su momento- lo que el ser humano puede llegar en sus obsesiones y traumas. “Más allá del bien y el mal”, sobre la vida de Nietzsche, nos lo confirma también y de paso igualmente la recomiendo. Lo mismo que El juego de Ripley, con John Malkovic.
Protagonizada por Dirk Bogarde y Charlotte Rampling, la trama del film gira en torno al encuentro de un ex oficial nazi y una mujer judía que había sido su víctima en la guerra. Están ahora en 1957, varios años después de la guerra y ella se alberga con su esposo, director de orquesta, en el hotel donde el ex oficial trabaja de portero de noche. Y lejos de sentimientos de rencor y venganza, en ellos se reinstala, más allá de una atracción, el sometimiento autodestructivo nacido en las torturas infligidas a la mujer por su torturador nazi. La atmósfera creada por la extraña atracción de la pareja (por decirlo suave) deja en segundo plano las movidas de los grupos políticos proteccionistas de nazis que rodean al portero. Absorbe la relación entre el nazi, ahora portero de hotel y la víctima judía, ahora flamante esposa de un director de orquesta. Una buena película en todo aspecto. Genial, Liliana Cavani. Dirk Bogarde, el actor protagonista, como fue siempre, perfecto. Charlotte Rampling, todo un acierto de la directora, parece pintada para el papel.

La película bajonea un poco, porque no nos gusta lo que muestra, y es que no nos gusta la lógica del mal. Pero pienso que son películas que hay que ver, sobre todo si están tan bien hechas.

jueves, 23 de mayo de 2013

Hiroshima Mon Amour

Hiroshima Mon Amour es una película franco-japonesa de 1959, dirigida por Alain Resnais y que tiene como actores principales a Emmanuelle Riva y Eiji Okada. El guión es de Marguerite Duras, la famosa escritora y guionista francesa.

Para muchos puede resultar un tostón, ya que cumple, de acuerdo a su época, con ese estilo francés muy intelectual y algo lento -aunque las vi peores- que no a todo el mundo gustó, aunque no se podía negar la alta calidad del cine francés por esos años, 50-60 y que todo el mundo corría a ver. 

Yo no la vi nunca, porque, si bien, tuvo un gran impacto en su momento; no se vio más por ahí. Y este fin de semana largo de mayo, muy político con la lata del mensaje presidencial, la descargué del internet y la disfruté mucho, a pesar de lo horrible de su tema de fondo. Y no estuvo mal verla por primera vez 54 años después de estrenada; la verdad es que ahora me pareció tremendamente real y muy presente en la sociedad actual. Además de toda una poesía. Muy buena Marguerite Duras con sus diálogos.


Son dos personas, dos ciudades, dos traumas... en fin, dos mundos que se mueven sobre el marco del horror de una guerra y sus graves consecuencias. Ella es una actriz que está terminando de actuar en un documental por la paz en Hiroshima después de 14 años de la monstruosa matanza norteamericana sobre 200 mil personas que desaparecieron de la ciudad por una bomba atómica en unos 9 segundos, dejando como secuela un infierno impresionante a otras tantas miles de personas.

Él, es un arquitecto japonés cuya familia pereció completa mientras él estaba en la guerra. Se encuentran, se enamoran con sus memorias duras y sus cicatrices dolientes que dificultan, como nó, cualquier existencia. Para mi, era lo mejor que podía pasarles, encontrarse y amarse, pero no era fácil la cosa. A ella la atormentaba su pasado en Nevers (Francia) durante la invasión nazi, pero no fue tanta la huella que le dejó la invasión como el rechazo de su ciudad -los buenos- por enamorarse y tener una relación con un soldado nazi. Rapada y repudiada, por su familia y su gente quedará marcada y sin ese amor que la consumía.

Vale la pena verla y sacar las propias conclusiones. Demás está decir que las imágenes sobre la criminal deflagración provocada por el siniestro Harry Truman, impactan tremendamente. Bueno, espero que todavía sigan impactando, si no, estamos perdidos.

                                                   





martes, 30 de abril de 2013

El Salvaje






En castellano, El Salvaje.  En inglés, The wild one.

La he vuelto a ver después de tantos años, que fue como verla por primera vez. Hay cierta diferencia entre la realidad de 1953 y la del 2013, vaya si la hay. Los terribles motoqueros que, según el guión, aterrorizan un tranquilo pueblo norteamericano, son niños de pecho comparados con los monstruos de maldad que ponen actualmente en algunas películas sobre el tema de bandas; en moto, coche o a pie. En El Salvaje, la maldad de los grupos motoqueros es más aparente que real. Son tipos desagradables, bulliciosos y, en algún momento irrespetuosos con el bien público, aunque, sin llegar a un vandalismo como el que se ve en cualquier manifestación de protesta en cualquier ciudad del mundo actualmente.Y el salvaje de la película no pasa de ser un joven arisco con su tranca de la niñez que lo lleva a una vida más bien errática unida a un grupo que le daba seguridad. Todos arriba de sus motos.

El director de la película se llama Lazlo Benedeck y su actor principal es un Marlon Brando de 30 años, gran actor ya, muy convencido de su papel, imponiéndose más con sus miradas y tonos de voz que con su figura, más bien baja y algo gordita bajo unos jeans poco ajustados y una chaqueta de cuero genial. Su gorra tampoco estaba mal; con ella puesta no había mirada ni frase que no tuviera vibraciones hasta recónditos lugares.

En la acción había tres tipos de personas: los molestos y más bien estúpidos motoqueros; los que estaban “aterrorizados” ante la experiencia y preferían dejar pasar todo hasta que se fueran; y los  verdaderos siniestros de la película que son esos conocidos malos de siempre tanto, en films como en la vida real: el grupo manejado por el poderoso caudillo adinerado del pueblo y que, lejos, fueron los más violentos y despreciables de la historia.

Hay que verla; no digo que sea una gran película, pero, definitivamente, es lo que se llama película de culto. Lo digo, porque me he fijado que le están llamando de culto a cualquiera que impactó de alguna manera pero sin dejar una impresión palpable en algún o algunos sectores de la sociedad. Pero eso es tema para una entrada aparte.
Esta película, El Salvaje, institucionalizó la chaqueta de cuero para siempre jamás, las gorras y, claro, las motos. Que yo me acuerdo muy bien, era chica, pero anduve mucho con los amigos motoqueros de mis tías agarrada con pánico a sus chaquetas de cuero.  

jueves, 18 de abril de 2013

Desayunando en Tiffany

Desayuno en Tiffany




Oh el Cine!!... y  allí quedaron los tres, ella, él y el Gato bajo la lluvia. Una hermosa película , Blake Edward un director virtuoso, Henry Mancini y su música Moon River en los oidos , todo hermoso porque Hollywood teme la vida   estilo Queer, que es el verdadero drama de fondo que el escritor Trumann Capote refleja en su libro.
Pero aun así, la novela es genial y la película hermosa y romántica. Los amores de una prostituta y un gigolo, ambos considerados parásitos sociales, se aman aunque sean demasiado parecidos, y sabemos que su relación esta condenada al fracaso, pero nos quedamos para siempre con Audrey y George y Gato abrazados para toda la eternidad ..OH CiNE cómo te amo!! 
Gato es mejor que el perro Asta de Nick y Nora..

sábado, 9 de marzo de 2013

La Hada del Cine

"Estamos hechos del mismo material de las películas" (la Hada del Cine)


"A mí, la nave del cine en penumbras me causaba fascinación; me parecía una especie de caverna misteriosa, secreta, siempre inexplorada. Al atravesar las pesadas cortinas de terciopelo me daba la ilusión de pasar del crudo mundo real a un maravilloso mundo mágico. Nos sentábamos en primera fila, casi pegados a ese enorme telón blanco que yo veía como el altar mayor de una iglesia. La culminación de todo ese ritual lo constituía el instante maravilloso cuando se apagaban las luces, se cerraban las cortinas, se callaba la música y la pantalla se llenaba de vida y movimiento.

Yo quedaba como suspendida en el aire.

Ese era el climax del extraño sortilegio que sobre mí ejercía el cine. Sobre mí y sobre mi madre. Ahora lo sé. La diferencia entre nosotros y mi padre con mis hermanos, era que a ellos el cine les gustaba; a nosotras nos volvía loca.

Al apagarse las luces todos se enderezaban y ponían tiesos frente al telón. Yo no. Yo giraba la cabeza para ver aparecer el rayo de luz que salía por las ventanillas de la sala de proyección y recorría el espacio sobre nosotros hasta chocar con la pantalla y estallar en imágenes y sonidos. Y muchas veces, cuando la película no era todo lo entretenida que yo hubiese querido ( mucha conversa y poca acción), dejaba de mirarla para contemplar embelesada ese mágico haz de polvillo luminoso. Me parecía un prodigio que aquel chorro de luz pudiera transportar cosas tan impresionantes como trenes perseguidos por indios a caballo, buques de piratas en mares tormentosos y dragones exhalando fuego por sus siete cabezas. Yo entonces pensaba que por ahí también fluía la voz, el estampido de los disparos, las canciones tan bonitas de los mariachis de las películas mexicanas. Luego aprendí que no. Como aprendí muchas otras cosas, algunas más bien de corte técnico, por ejemplo, que eran 24 cuadros por segundo -o fotogramas- los que pasaban ante los ojos de los espectadores para hacer la ilusión del movimiento. No sabía de qué me iba a servir esa clase de datos, pero yo quería saberlo todo sobre el cine. Esto ocurrió cuando me dio por leer las revistas Ecran que descubrí en la biblioteca de la Oficina. 
Las leía como desaforada."

(De "La contadora de películas" Hernán Rivera Letelier)

domingo, 20 de enero de 2013

Un hombre llamado Flor de Otoño









Me gusta el cine español, sobre todo el posfranquista que no tenía el impedimento de la censura a muchos niveles, por lo que durante la dictadura de Franco las mejores películas se hacían fuera de España. Me tocó vivir allí el inicio de la democracia y la aparición de un cine en el que se podía plasmar situaciones y emociones sin más obstáculos que el que cada uno se imponía en aras de una obra redonda o de un buen arte y también del buen gusto. En ese principio en que prevalecía, me dio la impresión, lo de “ni tan allá ni tan acá”.

“Un hombre llamado Flor de Otoño” fue una de las películas, de la época que hablo, que me gustó y me pareció impecable en muchos aspectos. La vi en su momento (1978 o 79) y la he vuelto a ver ahora. Basada en una historia real muy bien ambientada y con la excelente actuación de José Sacristán, muestra un personaje atípico para la época y nivel social. Un abogado de clase media alta, homosexual y anarquista. Más que una doble vida, triple. Increíble.

Pedro Olea, su director, la borda. Quizás se queda corto para el gusto de muchos en crudeza; porque los mundos en que Lluis, el personaje, vive; son extremos todos. Mucha cocidia en uno, mucha sordidez en otro y mucha tensión y peligro en el otro. Pero creo que fue suficiente con lo que se nos muestra,  porque en este momento que se vive, no se necesita mucho más de esas imágenes y acciones tan bien creadas por Olea, para experimentarla. 

La recomiendo.