En castellano, El Salvaje. En inglés, The wild
one.
La he vuelto a ver después de tantos
años, que fue como verla por primera vez. Hay cierta diferencia
entre la realidad de 1953 y la del 2013, vaya si la hay. Los
terribles motoqueros que, según el guión, aterrorizan un
tranquilo pueblo norteamericano, son niños de pecho comparados con los
monstruos de maldad que ponen actualmente en algunas películas sobre
el tema de bandas; en moto, coche o a pie. En El Salvaje, la maldad de
los grupos motoqueros es más aparente que real. Son tipos
desagradables, bulliciosos y, en algún momento irrespetuosos con el
bien público, aunque, sin llegar a un vandalismo como el que se ve en cualquier manifestación de protesta en cualquier ciudad del mundo actualmente.Y el salvaje de la película no pasa
de ser un joven arisco con su tranca de la niñez que lo lleva a una
vida más bien errática unida a un grupo que le daba seguridad. Todos
arriba de sus motos.
El director de la película se llama
Lazlo Benedeck y su actor principal es un Marlon Brando de 30 años, gran actor ya, muy convencido de su papel, imponiéndose más con sus miradas y
tonos de voz que con su figura, más bien baja y algo gordita bajo
unos jeans poco ajustados y una chaqueta de cuero genial. Su gorra
tampoco estaba mal; con ella puesta no había mirada ni frase que no
tuviera vibraciones hasta recónditos lugares.
En la acción había tres tipos de
personas: los molestos y más bien estúpidos motoqueros; los que
estaban “aterrorizados” ante la experiencia y preferían dejar
pasar todo hasta que se fueran; y los verdaderos siniestros de la película que son esos conocidos malos de siempre tanto, en films como en la vida real: el grupo manejado por el poderoso
caudillo adinerado del pueblo y que, lejos, fueron los más
violentos y despreciables de la historia.
Hay que verla; no digo que sea una gran
película, pero, definitivamente, es lo que se llama película de
culto. Lo digo, porque me he fijado que le están llamando de culto a
cualquiera que impactó de alguna manera pero sin dejar una impresión
palpable en algún o algunos sectores de la sociedad. Pero eso es
tema para una entrada aparte.
Esta película, El Salvaje,
institucionalizó la chaqueta de cuero para siempre jamás, las
gorras y, claro, las motos. Que yo me acuerdo muy bien, era chica,
pero anduve mucho con los amigos motoqueros de mis tías agarrada con
pánico a sus chaquetas de cuero.